Una reflexión sobre la andalufobia de algunos medios y profesionales de la comunicación, y sobre las medias verdades en materia de migración.
“El intérprete de los muertos”, como así se llama el artículo al que me refiero, de Gonzalo Moncloa (Escuela de Periodismo UAM-El País), se publicó el pasado 29 de julio. Aquí podéis y debéis leerlo:
https://elpais.com/masterdeperiodismo/2021-07-29/el-interprete-de-los-muertos.html
Podría haber sido un artículo muy clarificador sobre la labor que las instituciones del Estado no hacen a la hora de identificar a las personas migrantes fallecidas frente a nuestras costas. Pero lejos de eso, el autor del mismo, y el medio en el que ha aparecido, han preferido alternar expresiones y tópicos que no solo ridiculizan a los andaluces y a las andaluzas, sino también al protagonista del reportaje, un chico de 25 años que dedica su tiempo a ayudar a las familias de decenas de desaparecidos en la Frontera Sur en el doloroso proceso de averiguar si sobrevivieron al viaje en patera hacia Europa que un día emprendieron desesperadamente.
Moncloa intenta contarnos cómo se las arregla este hombre, vecino de Almería y voluntario de Cruz Roja, para ayudar a identificar los cadáveres de personas migrantes que tras los naufragios que tienen lugar en esta zona del Mediterráneo aparecen o son localizados por los equipos de rescate de organismos estatales, como la Guardia Civil del mar o SASEMAR. A través de una red de contactos que él mismo ha ido ampliando en los últimos meses, ha conseguido lo que vergonzosamente un Estado, con millones de euros invertidos en seguridad y tecnología puntera, no logra (o no quiere lograr). El tema central del reportaje, bastante interesante dadas las circunstancias que sabemos tienen lugar en la Frontera Sur con la llegada de seres humanos a nuestras costas, debería haberse enfocado en la creación de una conciencia entre las personas lectoras de este “medio” ante el drama que supone morir ahogado y ante la falta de recursos (humanos y materiales) que existen en los organismos que en un Estado democrático, -garante de los Derechos Humanos-, deberían estar implantados y no cuestionados o demandados por sus profesionales en cada época estival, como muy bien conocen en la sección de migración de ‘El País’ desde hace algunos años. Pero no ha sido así, y supongo (no lo sé y no me gustaría ser mal pensada) que para el autor de “El intérprete de los muertos” ha sido más divertido, y mucho más fácil, construir un relato burlón sobre un almeriense, que habla, ¡sorprendentemente!, con un “marcado acento andaluz” y te dice “con guasa”, como quien se refiere al tiempo que hace hoy, “pues aquí estamos, todo el día entre los muertos”, porque al no trabajar y al no leer ni estudiar, no le queda otra. Como si averiguar la identidad de una persona que ha perdido la vida intentando encontrar una oportunidad mejor lejos de su territorio fuera sencillo, o un pasatiempo en el que se distraen quienes no tienen nada mejor que hacer en Andalucía, una de las comunidades con las tasas de paro juvenil más altas del país y de Europa. Lo mismo también esto es culpa de los andaluces y las andaluzas, pero no quiero ir por ahí en esta ocasión.
Analizando el texto del señor Moncloa me he encontrado con expresiones y argumentos como estos…
“Clemente comenzó a trabajar con migrantes en el verano de 2018, cuando entró en Cruz Roja. Antes había cursado módulos de comercio y marketing; pero a él no le gusta estudiar. Me preguntan si me leo los informes de migración, pero no, nada, son demasiados largos, agrega entre risas el almeriense…”
En el texto se empieza dejando claro que este chico no estudia “porque no le gusta estudiar”, y que tampoco es que se esfuerce mucho por hacerlo y se resigna a ello con alegría, “entre risas”. De ahí la idea que el andaluz o la andaluza se presente, “generalmente”, como una persona inculta. Y que lo sea porque así lo ha decidido “libremente”, porque es imposible que alguien no encuentre satisfacción encerrándose durante horas, semanas, meses y años entre libros y apuntes para obtener un título que le permita luego acceder al mercado de trabajo sin problemas.
Seguimos…
“Sin trabajo, le aconsejaron en la oficina de empleo que fuera como voluntario a la ONG. Empecé por puro aburrimiento, reconoce. A mediados de 2020 creó ‘Héroes del Mar’, un perfil de Twitter con el que informaba de los naufragios y promovía por afición la actividad de Salvamento Marítimo, el principal interventor de embarcaciones ilegales junto con la Guardia Civil”.
Hay que recalcar muy bien que en Andalucía, concretamente en Almería, al no haber ninguna salida profesional para alguien que “no estudia ni lee”, una de las opciones para no aburrirse en los meses de calor es convertirse en “voluntario” de oenegés. A mi parecer, creo que se desprestigia el trabajo de entes como Cruz Roja, donde existen profesionales cualificados y donde el voluntariado es un valor importantísimo, una característica de aquellas personas que incluso sabiendo que esa labor no va a ser remunerada, sí le será útil a otra gente Para quienes no conozcan el funcionamiento, o parte del mismo, muchísimas actividades en Cruz Roja están desarrolladas por voluntarios y voluntarias, gente que altruistamente entrega lo más valioso que tiene, su tiempo, a una causa. Podemos estar o no de acuerdo, per desde el rescate y la colaboración con equipos de salvamento en las playas de todo el Estado, la atención a personas sin hogar, el reparto de material escolar y alimentos a familias en el umbral de la pobreza o riesgo de exclusión social, la ayuda a menores en tareas escolares, la puesta en marcha de cursos de alfabetización para personas migrantes (para que puedan integrarse cuanto antes en nuestra sociedad), la atención y el asesoramiento a víctimas de violencia machista, hasta el acompañamiento de personas mayores que viven o están solas, están realizadas mayoritariamente por personal voluntario.
Para colmo, se confunde la labor de Sasemar, o Salvamento Marítimo, con la de la Guardia Civil. Parece mentira que esto suceda precisamente en un medio como ‘El País’ que ha cubierto, y sigue haciéndolo, sucesos relacionados con la migración en nuestras costas, y que sabe sobradamente que Salvamento Marítimo no intercepta embarcaciones de ningún tipo, sino salvaguarda la vida humana en la mar, atiende emergencias que se producen en el medio marino, desde el remolque de una embarcación que se ha averiado, a la extinción de un fuego que tiene lugar en un barco, la evacuación de heridos hasta hospitales o el rescate de náufragos con independencia de su raza, nacionalidad, etc. Salvamento Marítimo “localiza” embarcaciones y pone a salvo a sus ocupantes, llevando o trasladando hasta el puerto más cercano a quienes han sufrido una emergencia del tipo que sea en la mar. Intentar trazar, una vez más, una similitud entre las funciones de cada ente (Guardia Civil del Mar y Sasemar) es inmoral, sobre todo cuando se conoce que este servicio está conformado en su totalidad por personal civil. Que esto se trate así, de esta manera, no es baladí. No lo es porque ‘El País’ es un medio afín al Gobierno, y está siendo este Gobierno el que está apostando por una militarización del estrecho de Gibraltar y del mar de Alborán, como se viene denunciando por parte de sus trabajadores a través de organizaciones sindicales. Denuncias de las que también este medio está al tanto. Una consecuencia directa de este proceso de militarización al que me refiero, es que en Canarias se estén dando las cifras de personas muertas y/o desaparecidas que actualmente, y por desgracia, se barajan. Y no lo digo yo. Ahí están los informes de organizaciones con años de experiencia en migración en nuestro país y otras a nivel internacional. Es por ello que muchas nunca dejaremos de señalar la responsabilidad que este Gobierno tiene en esta cuestión a través de sus políticas migratorias. Su propaganda no tapará sus decisiones y actos ni sus consecuencias.
Más sobre el texto del señor Moncloa…
“El estudio –refiriéndose en el artículo a un informe de la OIM- destaca la aparición de redes paralelas a los organismos institucionales, como las que ha creado Clemente”.
Nada de plantearse una investigación más profunda o detallada sobre las razones por las que estas “redes paralelas” surgen. Allá donde el Estado no llega, no quiere hacerlo o falla, es donde estos organismos tienen su razón de ser. Pero mencionar sin más, sin profundizar en el hecho en sí, la creación de “redes paralelas” en este artículo, puede hacer pensar (y más en los tiempos en los que vivimos donde estos datos fomentan o alimentan el discurso del odio de la extrema derecha) en una relación con “otro tipo de redes”, y que ponen en el punto de mira del fascismo creciente en nuestro país a muchos colectivos y oenegés de ayuda humanitaria que vienen realizando una labor importantísima en la Frontera Sur. Esto ya ha pasado. Tenemos a grupos reaccionarios manifestándose en aquellos lugares que han sido el centro de la atención mediática durante meses por el aumento de llegadas de personas migrantes. Formaciones y líderes políticos incendiando las redes sociales y criminalizando la solidaridad y el apoyo mutuo. Hay miembros de colectivos de ayuda humanitaria que incluso han sido perseguidos y han visto alterada su vida personal o familiar, que han tenido que defenderse ante los tribunales de acusaciones muy graves por el simple hecho de ejercer desde su conciencia solidaria una ayuda a otros seres humanos para que no murieran en el océano. Conocemos uno o varios ejemplos de esto que tristemente se ha repetido en el resto de países europeos que reciben migrantes a través del Mediterráneo, como Italia, Grecia, etc. Por eso resulta increíble que se esté jugando con esto (y a esto).
Otras expresiones como “se jacta”, “te enteras de lo que está pasando antes que nadie” [¿antes incluso que los propios Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado? ¿Cabe que nos replanteemos para qué sirven entonces tantos medios para estos organismos militarizados en materia de política migratoria?)], dejan en mal lugar a una persona que lo único que intenta contar es cómo realiza su trabajo en un punto geográfico determinante para entender el fenómeno migratorio en la península, puesto que el drama de estas personas no acaba una vez que llegan al puerto de turno y son atendidas por Cruz Roja antes de pasar a dependencias policiales. Un trabajo, el de este hombre, para el que nadie le ha formado y que encima está sirviendo para ayudar a muchas personas a las que les falta información pública sobre la suerte que han tenido sus seres queridos a bordo de pateras y cayucos. Una información que desde el Gobierno más progresista de la historia de la “democracia” española se ha prohibido facilitar, a través de organismos públicos como Salvamento Marítimo, y que es fácilmente comprobable a través de su historial en notas informativas y comunicados oficiales de los últimos años a los que podemos acceder desde su página web. Sería muy interesante que este tipo de reportajes, promocionados por ‘El País’, continuaran ahondando en materia, realizando un seguimiento de las personas que llegaron jugándose la vida a través del mar y de las condiciones en las que tienen que afrontar cada día su existencia en el Estado español. Ahí están, sin ir más lejos, los asentamientos de trabajadores migrantes de Almería o de Huelva, donde malviven en condiciones crueles y contrarias a los derechos más elementales de cualquier persona por el simple hecho de serlo. No hay reportajes, por ejemplo, en clave de “guasa” sobre la alcaldesa de Níjar, socialista por cierto, y sobre sus políticas sociales en cuanto a la responsabilidad que tiene este municipio con estos asentamientos de la vergüenza.
Otras expresiones del tipo “yo tengo contactos en todas partes”, haciendo referencia a los posibles enlaces que pueda tener el entrevistado en Argelia y Marruecos, ponen en peligro incluso al propio chico, que además sale con su nombre, apellidos y aspecto físico en el reportaje. La ética periodística obliga (o debería hacerlo) a los profesionales de la comunicación a contar las cosas de la mejor de las maneras, evitando malentendidos que puedan llegar a convertirse en un problema para quienes dan la cara contándonos algo y para una comunidad afectada, en este caso la comunidad migrante. Insisto… identificar a personas que han perdido la vida injustamente y a causa de unas políticas migratorias criminales, puestas en marcha entre otros por nuestro Estado, no es un entretenimiento para matar el aburrimiento. Y un medio serio no puede vender esto.
Pero hay más, queda el remate, y el compañero de ‘El País’ opta por lo mismo de siempre, por señalar esa pillería innata del andaluz, que es tramposo por naturaleza, que intenta sacar partido de cualquier situación siempre y a costa de lo que sea, que es un “liante” y un “listo” (en el sentido peyorativo del término). Lo encontramos en el párrafo donde el autor escribe que “Clemente observa la cajetilla de cigarros, donde relucen inscripciones en árabe. Fuma tabaco de contrabando que, como tantas cosas en Almería, también viene de Argelia”. Reconozco que esta última parte me impactó más, quizás porque estoy más acostumbrada a otros tópicos y con este no me había encontrado todavía. Simplemente no salgo de mi asombro con un artículo de estas características, planteado en estos términos, y que a pesar de su brevedad no haya dejado en ningún momento de hacer referencia a cosas incompletas y burlas sibilinas mientras se disfrazaba de seriedad a la hora de tratar hechos y conceptos tan duros como la muerte de gente pobre y la empatía de muchas personas, andaluzas o no, a la hora de echar una mano a sus familias mientras el Estado y sus gobernantes mantienen esta propaganda insultante en la prensa que en teoría contrasta y huye de estereotipos y tópicos para remar a favor de la convivencia.
No sé si a otras personas les habrá dado por pararse a pensar cuando han leído al señor Moncloa. Como andaluza, como periodista, como militante de una organización internacionalista, que busca precisamente que las fronteras no maten ni dividan a la gente de una misma clase social, tengo claro que la dignidad de la gente no se mide en función del acento o de la cultura que se trae desde la cuna. E igual de claro tengo que estas sutilezas informativas hay que combatirlas y desmontarlas en el momento en el que somos conscientes de lo que nos han querido vender, y de la mejor forma que podamos o sepamos. Porque ya está bien. Porque ser andaluz, ser andaluza, no es ninguna vergüenza. Por el contrario, chulearse de quien amablemente explica lo que hace para que otra persona pueda escribir un artículo o reportaje, teniendo la suerte de poder ganarse la vida así, sí que lo es.
Macarena Amores