El mar aún impone respeto a un profesional que lleva décadas supervisando el atraque de buques en Marín
Antonio Alonso (Redondela, 1949), como mucha gente nacida en la costa, no puede vivir lejos del mar. Le impone, pero no quiere estar lejos del agua. «La definiría como lo hacía la gran poetisa Rosalía de Castro, la mar es bella, pero es temible y hay siempre que tenerle respecto», sostiene. Hijo del armador redondelano Bernardo Alonso, estudió perito industrial y después, en el servicio militar, mecánico naval. Navegó y trabajó en astilleros, en Astilleros y Construcciones Paulino Freire. Fue en Vigo donde empezó su relación con el mundo de los remolcadores, al formar parte de la primera empresa especializada en este sector en la rada olívica. De Vigo dio el salto a Marín.
Este servicio lo llevaba en aquellos años la Escuela Naval. Alonso comenzó con unas lanchas y más tarde compró un remolcador en el País Vasco. Posteriormente construyó la Gaviota. Esta embarcación, totalmente renovada, todavía sigue prestando servicios y fue la primera de una flota que hoy cuenta con seis unidades.
«Un remolcador es un barco pequeño, maniobrero, con mucha potencia en relación a su casco y que sirve para auxiliar a barcos muy grandes, pero poco maniobreros, a los que ayuda a asomarse en los muelles», precisa. Cuando un mercante de grandes dimensiones atraca en Marín, llama la atención la agilidad con la que los remolcadores desarrollan sus tareas. «Es un trabajo aparentemente sencillo, pero no lo es. Cada maniobra es totalmente distinta y el patrón tiene que tener mucha experiencia porque no solo debe estar pendiente de su barco sino también de la maniobra del que está asistiendo».
La jornada laboral es variable, a expensas de las necesidades de los clientes. Tanto operan de día como de noche. La prioridad, además de un servicio de calidad, es la seguridad. «Cada día siento más respeto y cada día procuro guardar más precaución», señala. «La experiencia es lo que hace a un buen maniobrero», incide.
Uno de los cometidos de Amare Marín es el relevo quincenal del personal del faro de Ons. Es una misión que desempeñan desde 1990 y una tarea de la que hacen gala sus tripulantes. «Lo llevamos haciendo desde hace muchos años y hasta hoy no hemos fallado ni un solo día», añade. «Lo hemos hecho con grandes tempestades y para mí es un orgulo que la isla de Ons ha sido asistida cada quince días por Amare Marín sin que una sola vez haya habido una disculpa que impidiera su realización».
Esta flota ha tomado parte en situaciones de emergencia nacional como el Prestige. En aquella ocasión, estas embarcaciones colaboraron en el despliegue de barreras anticontaminación y portaron las lanzaderas de extracción del fuel tras el naufragio.
Asistencia al «Elcano»
Este año 2017 ha estado marcado por las conmemoraciones en la Armada española. Coinciden dos en el 2017: la celebración de los 300 años de la creación del cuerpo de guardiamarinas y el 90 cumpleaños del Juan Sebastián de Elcano. El barco escuela de la Armada es una de las unidades que se apoya en los remolcadores marinenses para operar en la dársena militar al atracar y al hacerse a la mar. «Hemos participado en el 300 aniversario de los guardiamarinas con los remolcadores y facilitando logística como defensas, pasaleras y grúas y, por supuesto, en las maniobras del Elcano y de las fragatas», comenta.
El buque escuela es precisamente uno de los más espectaculares que recalan en Marín cada año y requiere un trato especial al maniobrar. «Siempre procuramos cuidar lo máximo posible la imagen tapando las defensas de goma, para no ensuciar su pintura y al ser un barco tan emblemático y bonito, no solo es un trabajo, sino un orgullo asistirle», relata.
Alonso se ha labrado un lugar en la historia de Marín y es esa buena disposición la que la alcaldesa, María Ramallo, quiso reconocer el domingo, entregándole una figura de cerámica con la imagen del Carmen. «Año tras año presta su flota, su personal y trabaja para que la procesión marítima sea un éxito y es un esfuerzo que merece ser reconocido», destaca la regidora.
Fuente: La voz de Galicia